Desde poco antes de la pandemia que irrumpió en marzo de 2020, el perfil ratatour.es que se localiza en Instagram se ha encargado de mostrar el lado más sorprendente de Santa Cruz, de la capital de la periferia, la que se localiza más allá del corazón de la ciudad, que es capaz de recrearse en la belleza de la autoconstrucción, de interpretar cómo conviven una fachada con una ventana de madera y otra de aluminio, mientras la vivienda está sin enfoscar y una tubería rompe la estética. Es solo un ejemplo de Ratatour, también con canal propio en Youtube, para recrearse en el otro Santa Cruz que descubre a un par de metros, como ocurre en Barrio Nuevo, o colarse en las tripas de las baterías militares, la presa de Los Campitos o el templo Masónico a donde accede a veces con todo los parabienes de quienes conocen su proyecto y le abre las puertas frente a otras situaciones más arriesgadas que permiten satisfacer la curiosidad de que hay dentro y cómo está la plaza de toros, testigo de conciertos y bailes de Carnaval.
Detrás del perfil de Instagram y Youtube se descubre la identidad de su mentor, Ricardo Marichal (Santa Cruz de Tenerife, 1973), un creativo publicitario que, como cuenta, tiene su “trabajo serio” más allá del personaje que cada día que pasa, aprovechando la democratización de las redes sociales, gana seguidores por la forma de contar las cosas.
Natural del Barrio de la Alegría, su lugar de procedencia no es casualidad, de hecho le facilitó conocer el Santa Cruz marginal, pero no entendiendo esta palabra de forma peyorativa, sino más como sinónimo de la ciudad que se identifica fuera de la estampa más convencional y que se vende de puertas afuera desde la óptica de quién admite le encantan las ratas -que son amistosas, bonitas e inteligentes en su opinión-, por lo que adopta ese término como sinónimo también de callejear y meterse en recovecos que acuña con el tour.
Ricardo Marichal cerró su etapa en El Barrio de La Alegría hace más de 20 años, cuando voló del nido familiar pare emprender su etapa matrimonial: primero en La Cuesta, donde se instaló durante diez años con su esposa Judith, que imparte clases de crochet -ambos son pared de Aday, que cursa segundo de Bachillerato y que entre sus proyectos no descarta la opción de militar como carrera militar-,hasta que se establecieron la casa del El Barrio del Perú, donde residen en la actualidad.
Formado en la Escuela de Artes y Oficios en la etapa que estuvo en la plaza Ireneo González -Ricardo admite que a partir de los 43 años y medio ya eres un pureta- cursó la especialidad de Dibujo Publicitario, que le ha valido su salida profesional.
La clave del éxito, además de sorprender con los lugares que presenta en sus vídeos cuidados -tan llamativos y sin embargo tan cerca de la vida cotidiana- está en que “no se posiciona en las redes sociales”; de otra forma, no alimenta la crítica política, sino que presenta espacios de la periferia de Santa Cruz y deja que cada uno saque su propio juicio de valor aprovechando precisamente la democratización de las redes sociales y los soportes alternativos que facilitan la independencia y enfoques personales que son compartidos por una minoría de la población.
Como creativo publicitario garantiza los ingresos para su familia y como Ratatour comparte curiosidades, visiones alternativas y diferentes de una Santa Cruz que va más allá del Parque Marítimo o de la calle del Castillo, sin desmerecer estos lugares que también admite que son de su agrado.
En contraposición en esa imagen idílica que se presenta en la capital tinerfeña, Ratatour actúa de guía virtual, y en la vida real también de esa oportunidad, para presentar los barrios de la periferia, las curiosidades que existen a escasos metros del otros Santa Cruz donde la gente no se atreve a entrar.
Aunque en algún momento alguien podría entender a Ratatour como la mosca cojonera del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Santa Cruz, nada más lejos de la realidad, precisa Ricardo, que insiste en que su personaje es más un guía para presentar la capital que permanece oculta a la visión más cotidiana de la ciudad. Cuando se le pregunta por su sentido de la pertenencia a la ciudad, sobre si Santa Cruz es una ciudad bonita, admite que es interesante cuando se le pone la lupa, para admitir que esa visión difiere de la valoración nivel global. De ahí su empeño en “buscar el interés de la gente con enclaves por los que pasan y no prestan atención”.
Un ejemplo, precisamente su Barrio de La Alegría natal, o Barrio Nuevo, al que considera el paradigma de Ratatour, donde cerca de la Santa Cruz de los edificios, parques y una carretera empichada se puede adentrar en otro mundo, como un barranco urbano, la autoconstrucción (la lucha por la supervivencia crea un estilo propio en sí mismo), en lo que define como belleza decadente en los barrios de la periferia conformados por casas unas encimas de otras, unas enfoscadas, otras a medio acabar, con ventanas desiguales, con perros sueltos o un carro de la compra abandonado.
Junto al paradigma de Barrio Nuevo, el Templo Masónico o las estructuras militares abandonadas, como los 6 búnkers que se localizan en el cinturón de defensa que se construyó en la preguerra mundial cuando se temía el ataque invasor, de nuevo, de los ingleses, o la batería militar que se localiza en El Barrio de La Alegría, al que se refieren como nido de ametralladora cuando en realidad es una instalación para la telemetría.
La hoja de ruta, el más de medio centenar de lugares curiosos que presenta en las redes sociales, es el resultado de los enclaves que anota porque les llama la atención y los coloca en el punto de mira de su GoPro, su herramienta de trabajo con la que transforma en vídeos cuidados. “Ratatour no atiende a un formato fijo, sino que evoluciona con la persona que lo encarna, en función de su estado anímico. No atiende a ningún guión sino que improviso” y se deja sorprender, cualidad que distingue su labor, aderezado por el humor negro que le acompaña para dar su particular enfoque al clásico hotel abandonado de Añaza a otras visiones más radicales, como las cloacas de la avenida de Venezuela, y siempre movido por la curiosidad del visitante, de saber qué hay allí donde el vecino de a pie desconoce, o aprovechar la oportunidad para presentar el cementerio de Santa Lastenia, a sabiendas de que capitaliza sentimientos y sensibilidades.
En su empeño por ir al infinito y más allá, unas veces ha contado con complicidades y otras ha tenido que vencer reticencias, si bien nunca se ha topado con la Policía u otros agentes de seguridad que acaben por poner freno y marcha atrás a su deseo de ahondar en lo desconocido y sorprender.
Entre los iconos de la guía de Ratatour, el búnker que se localiza en la Montaña de la Altura del Barrio de la Alegría, que se llegó a asociar con una posible base de submarinos cuando se localiza sobre el nivel del mar. Por grande y misteriosa, la presa de Los Campitos, donde accedió a su cúpula por su túnel de más de cien metros de largo…
Antes de Ratatour, el aguijón de las redes sociales se lo sembró su condición de administrador del Facebook de La Alegría.
Desde la casa de Ricardo, en la calle Francisco de Aguilar y Aguilar, a la vida real con Ratatour en el trabajo de campo que realiza en Barrio Nuevo, en el otro extremo de la calle donde vive, junto al terrero Perico Perdomo. Desde la acera de la Santa Cruz cotidiana, Ratatour muestra la capital de la autoconstrucción que pasa inadvertida para quienes transitan rumbo al barrio de La La Salud. Desde la vera del Barranco de Santos, se deleita con los corralitos, con las casas… en busca de respuestas existenciales del otro Santa Cruz: quienes viven allí y como lo hacen. “Santa Cruz es una ciudad interesante, no es fea”, sentencia, para advertir que todo depende de la óptica de cada persona, desde el respeto de la diversidad de criterios y opiniones. Surge ahí el objetivo casi imposible de alcanzar: contentar a todos, algo a lo que renuncia a sabiendas de que es un objetivo estéril.
De ahí su empeño por mostrar un resultado bien empaquetado, sin condicionantes ni interpretaciones políticas ni crítica atroz y que invitan al vecino a dejarse sorprender por algo que es tan cotidiano, que siempre ha estado ahí y que gracias a la sensibilidad de Ricardo, se presenta como algo excepcional que siempre ha estado ahí aunque la mayoría de las personas desconocieran su existencia.